miércoles, 27 de abril de 2011

Gregg Allman por los siglos de los siglos


El pasado jueves, la edición en papel de El Mundo publicó una buena entrevista con el mítico Gregg Allman, en la que el músico nos obsequió con unos cuantos comentarios jugosos. Algunos de ellos referidos a su excepcional último disco (“quería hacer un disco diferente, acercarnos a las raíces de la música del Mississippi”). Otros a sus excesos pasados (“me he metido tanta mierda en mi cuerpo que no puedo ni acordarme de toda ella junta”), su vida actual (“he vuelto a vivir en mi tierra, Georgia. Es un lugar mágico para mí”), sus influencias musicales (“me identifico mucho con lo que hace Stevie Winwood y supongo que ambos hemos escuchado a Ray Charles durante mucho tiempo”), o su relación con su ex-esposa Cher (“es una maravillosa mujer, ahí está nuestro hijo, Elijah, que es un buen músico”).

Sin embargo, hay una parte de la entrevista que me hizo volver a reflexionar sobre algo en lo que he pensado muchas veces y que tantas otras he comentado con amigos cercanos que creo comparten la opinión. Me refiero a cuándo, hablando de la grave enfermedad que el año pasado le tuvo al borde de la muerte (“me dijeron que mi hígado estaba demasiado hinchado y que se había enquistado un tumor maligno­ cerca de los pulmones. Había que hacer un trasplante  inmediatamente. Tuve suerte de encontrar un donante y...aquí estoy, siete meses después. El tumor tenía el tamaño de una pelota de golf”), el entrevistador le pregunta ¿cómo después de todo ello, puede seguir con su actividad con los Allman Brothers y ahora embarcarse en una larga gira en solitario? La respuesta de Gregg, me resulta emocionante: “Pues no tengo más remedio, hermano. Pero hago realmente lo que amo de verdad. Tocar el piano y el órgano, cantar... A veces tengo que dormir 10 horas para sentirme fuerte en un concierto, pero no entendería mi vida sin los conciertos”.

Y ello me hace volverme a plantear cuánto tienen que querer a la música tipos como Gregg Allman (o cómo BB.King, por poner otro ejemplo), para con su avanzada edad y sus cada vez más acuciados problemas de salud, continuar pasando grandes temporadas a miles de kilómetros de sus casas, tocando y tocando sin parar, haciéndonos disfrutar y compartiendo su magia con nosotros. Y no, que nadie me intente convencer de que es por dinero, porque no me lo creo (hablamos de músicos que, sólo con los royalties de sus discos, imagino que tendrían para vivir varias vidas…). Simplemente, es el amor al arte que dirían los castizos. O en este caso, el amor al blues, el amor al rock o, en definitiva, el amor a la música.

Cuando al final de la entrevista, preguntan a Gregg qué si cree que el blues está muerto, él contesta: “El blues es eterno, seguirá tan vivo en el sur como siempre. Por los siglos de los siglos”.

A lo que yo añado: lo mismo que Gregg Allman, BB.King y tantos otros. Vosotros también sois eternos y también perdurareis por los siglos de los siglos. Os lo debemos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Gregg Altman que estás en los cielos
sántificado sea tu teclado
hágase tu blues asi en Mississippi como en Vitoria
no nos dejes caer en el reggetón
más líbranos de pinchas de disco duro...
AMÉN"

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